¿Cómo viajar puede arruinar nuestra vida?

Viajar te puede arruinar la vida

El “Worldschooling” tiene muchas definiciones. A algunas personas les encanta y otros se muestran escépticos. Hay educación con libros o sin ellos, con programas tradicionales o con las experiencias mismas como maestras. Particularmente, he utilizado al mundo como escuela durante los últimos años y creo que viajar ha arruinado mi vida de varias maneras:

Contraje un virus que no se cura

El “Wanderlust” o  “Sindrome del eterno viajero” es un trastorno que no se cura jamás. Trae aparejado efectos colaterales como el FOMO (del inglés fear of missing out, «temor a dejar pasar» o «temor a perderse algo»). Es eterna porque siempre que vas al sitio que querías conocer, te encontrarás a alguien que ha estado en otro diferente y entonces quedará pendiente en tu lista, y por cada sitio que vayas irás sumando varios más, de manera que nunca tendrás suficiente.

Ni siquiera una vuelta al mundo te bastaría, porque transitandolo por diferentes caminos podrías dar infinitas vueltas a éste.

La buena noticia es que es una enfermedad que nos salva la vida. Os invito a ver el cortometraje de de los chicos de algoquerecordar.com que explica en maravillosas imágenes la relevancia de este virus.

¡Y atentos papis: Protejan a sus niños, no existe cura!

Me he vuelto pretenciosa

Me comprometí con mi esposo frente a la torre Eiffel. Escalé los Himalaya. Comí frutas tropicales en sus países de origen. Alcé a un Kiwi, acaricié canguros y koalas. Sobrevolé los glaciares de Nueva Zelanda en helicóptero y bailé salsa cubana con un bailarín en Cuba. Naturalmente, me he vuelto un poco exquisita. Ninguna iglesia es tan fantástica como la Capilla Sixtina. Ningún queso es tan delicioso como la mozzarella recién hecha en el sur de Italia. Ninguna celebración es tan alegre como los carnavales de Colombia. Ninguna ruina es tan fantástica como Angkor Wat. Claramente, estoy arruinada de por vida.

Tengo más amigos de los que puedo mantener

He conocido a tanta gente increíble a lo largo de mis viajes que me resulta difícil mantenerme en contacto con todos ellos. Muchos de mis amigos son adultos, adolescentes o niños más pequeños. Viajar me ha permitido hacer amistad con personas de todas las edades y culturas. Pero me resulta imposible mantener contacto cotidiano con todos ellos. Aun así, siempre que planifico un viaje tengo a quien llamar para que me reciba con un cálido abrazo nomás bajar del avión.

¡Necesito explorar para vivir!

Después de haber vivido gran parte de mi vida viajando, permanecer en un lugar durante mucho tiempo me resulta realmente difícil. Siempre estoy buscando una nueva aventura, me encanta ver y experimentar cosas nuevas y, aunque puedo quedarme en un lugar por un tiempo sin demasiada incomodidad, prefiero estar explorando al aire libre el mundo que me rodea.

Encuentras los mejores profesores

Muchos nos quejamos de los docentes que nos han tocado, incluso muchos padres y madres se quejan actualmente de los profesores de las escuelas de nuestros hijos; que son malos, estrictos, gritones… Honestamente, los profesores que conocí en mis viajes por el mundo siempre han sido fantásticos. Cubanos enseñándome a bailar, innumerables hippies con quienes aprendí de arte, lecciones de cocina impartidas por lugareños, religiosidad y fe de la mano de un sabio indio y un sinfín de personas más. No es necesario ser un profesor certificado para tener una increíble riqueza de conocimientos para compartir. Como seres humanos, aprender debería ser una de nuestras mayores alegrías en la vida. Viajar me ha expuesto a tantas cosas que han cambiado mi forma de ver el mundo y a quienes lo habitan. Mis profesores han sido tan variados y sorprendentes que nunca encuentro nada malo que decir sobre ellos.

Tuve que aprender mucho

Es inevitable aprender más viajando que en un salón de clases cuando pasas años inmersa en otras culturas. No soy desescolarizada, de hecho tengo 3 títulos universitarios. Pero no hubo mejor maestro de geografía, historia, arte o música que las experiencias de primera mano. Aprendí a  interactuar con personas cuyo idioma yo no hablaba ni entendía y a estar fuera de mi zona de confort en reiteradas oportunidades. Tuve que aprender de empatía, de respeto y de negociación. Tuve que interiorizarme en religiones y tradiciones ajenas y hasta aprender varias palabras en idiomas que ni siquiera sabía que existían.

¡Familias no viajen…hacerlo puede arruinar vuestra vida! ¡Es demasiado bueno para vuestro cerebro! Demasiado de algo bueno no puede ser saludable, ¿verdad? Al menos eso es lo que me digo a mis hijos sobre los dulces.

Los castillos no siempre me sorprenden

Sabes que viajar te ha arruinado la vida cuando ves un castillo y lo consideras una parte normal del paisaje. No me malinterpreten, adoro explorar nuevos lugares y siempre estoy dispuesta a pasar otro día en un castillo o vivir una aventura al aire libre. Pero después de ver docenas, si no cientos de castillos en Europa, dejé de fotografiarlos la mayoría de las veces. Peor aún, esto a veces se extiende a increíbles mercados del tercer mundo, a algún animal exótico o incluso paisajes naturales. Constantemente tengo que recordarme a mí misma que debo dejarme sorprender y entonces practico hábitos que me ayuden a ver lo inusual en lo familiar.

En mi libro “El Mundo como Escuela: Hábitos viajeros para criar niños felices” describo como desarrollé el hábito de Sorprendizaje, para sorprenderme y aprender durante toda la vida.

Viajo más de lo que juego

Mis hijos y yo podemos ubicar un país en el mapa más rápido de lo que podemos matar a un zombie en un videojuego, y podemos empacar una mochila con todos los elementos esenciales más rápido de lo que nuestros amigos pueden pasar un nivel del Minecraft. ¿Eso es bueno o malo? ¡Depende de a quién le preguntéis! No me importa mucho, aunque algunos piensan que estamos locos por no importarnos.

​No tengo una casa.

Mi hogar es donde está mi corazón, o donde aparco la autocaravana. ¡El mundo entero es mi hogar!

Comprendí que “casa” no es lo mismo que hogar y que el hecho de no tener una casa propia para vivir significa en realidad no estar atada a un solo lugar.  Puedo sentirme cómoda casi dondequiera que esté, siempre que esté acompañada de mi familia.

¿A dónde quisiera una casa? ¿Nueva Zelanda? ¿Australia?¿Colombia? ¿México? Sinceramente no lo sé. Mi primera gran aventura fue en Nueva Zelanda y tengo una conexión especial con ese país. Pero luego está Australia con su extensa biodiversidad y su atractiva movida cultural. O Colombia con la alegría de su gente si no es México con sus payas paradisiacas y su bagaje histórico. Por no hablar de todos los demás países que hay en este espectacular planeta.

¿Cómo podría decidir? Por extraño que parezca, encuentro que estoy en casa dondequiera que esté, y que no tener una casa en realidad es mi fuente de libertad.

¿Tu que crees? ¿Viajar puede realmente arruinar nuestra vida?

Me encantaría leerte en los comentarios.

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