Dependencia del camino – Pensamiento basado en 0
Las vías de los ferrocarriles de Europa y Norteamérica miden 1435mm de ancho. Desde el año 1820 tienen esa medida estándar. En dos siglos no han cambiado.
Pero…la medida estándar ¿es realmente la mejor opción? ¿Puede ser que los trenes modernos de alta velocidad, que circulan a más de 200 km/h se beneficien con una trocha más ancha?
Uno podría pensar que la razón por la que nunca se han cambiado es que durante los últimos doscientos años no se contó con el suficiente dinero como para cambiar miles de kilómetros de vías.
Desde la teoría del mundo de la economía, no es esa la respuesta correcta. La respuesta es que el pasado pesa. No es fácil cambiar. El camino recorrido genera dependencia.
También en nuestra profesión, vida personal, sistemas de creencias y crianza.
¿Estamos atentos a este modelo mental que puede tranquilizarnos, pero que nos aparta de un posible cambio muy necesario?
A la hora de tomar decisiones respeto a la crianza de nuestros hijos, nos basamos en nuestra experiencia propia que en muchas ocasiones se basa patrones que arrastramos sin habérnoslo siquiera cuestionado. Esa zona de confort hay que superarla, tanto para nuestro beneficio como para el suyo.
Depender del camino: ¿hábito o elección?
Se define la dependencia del camino, como la persistencia en el uso de un producto o práctica, basándose exclusivamente en su uso histórico, aunque nuevos productos o prácticas sean alternativas más eficientes.
Esta dependencia ocurre, en general, porque resulta la opción más fácil o la menos costosa frente a una opción innovadora.
El pasado condiciona y limita: decisiones tomadas bajo otras circunstancias hoy pueden ser muy negativas. Este sesgo ha sido estudiado tanto por la economía, como por la psicología y las ciencias sociales.
Lo que hemos hecho en el pasado condiciona nuestro presente. Pero como vivamos el presente determina nuestro futuro.
Revisar y romper el molde cuando es necesario.
Tanto la lenta transición de los combustibles fósiles a la electricidad, como la rapidísima adaptación al trabajo a distancia durante la pandemia, nos ilustran sobre cómo proceden los cambios: el pasado puede demorarlos y el presente, acelerarlos.
En la vida diaria, tomamos la mayoría de nuestras decisiones sin una clara consciencia del pasado: seguimos nuestro camino habitual o innovamos según nuestro instinto o parecer.
Existen varios tipos de dependencia y algunas pueden no ser negativas, como la dependencia de la naturaleza para la provisión de alimentos o luz solar, o la dependencia de un tercero cuando necesitamos ayuda en una tarea específica o un problema.
Frente a lo nuevo, debemos verificar conscientemente nuestra decisión y revisar pragmáticamente que sea apropiada al momento y que no esté cediendo a un sesgo de dependencia del camino habitual.
El pasado nunca debe dictar y obligarnos a coger un camino. El pasado no siempre es una buena referencia. Incluso puede ser que la vida que llevamos actualmente no nos acerque al futuro que buscamos.
Muchos padres tienden a criar a sus hijos de la misma manera en la que ellos mismos fueron criados, siguiendo las prácticas y creencias que aprendieron de sus propios padres. Esta dependencia del camino en la crianza puede ser tanto positiva como negativa, dependiendo de las circunstancias y de si las prácticas pasadas siguen siendo relevantes y efectivas en el presente. Sin embargo, la dependencia del camino también puede llevar a la perpetuación de prácticas obsoletas o dañinas.
Pensamiento basado en cero
El modelo de «pensamiento basado en cero» ayuda a romper la dependencia del camino.
Cuando aplicamos este modelo, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿Si pudiera volver atrás sabiendo lo que sé hoy, tomaría la misma decisión?
Este proceso nos permite ver todo con nuevos ojos y tomar mejor decisiones para el futuro, rompiendo así con la dependencia del camino que tenemos.
Romper la dependencia del camino en la crianza implica estar abierto a la exploración de nuevas estrategias, estar dispuesto a aprender de la experiencias de otros y adaptarse a las necesidades individuales de cada hijo. Esto no significa descartar automáticamente todo lo que se ha hecho en el pasado, sino más bien tener la flexibilidad y la disposición de ajustar y modificar los enfoques según sea necesario.
En última instancia, debemos esforzarnos por ser conscientes, reflexivos y adaptables en nuestra forma de criar a nuestros hijos, buscando siempre el equilibrio entre aprovechar la sabiduría del pasado y abrazar las nuevas ideas y enfoques que puedan ser más beneficiosos para el bienestar y el futuro de los niños.
Nota basada en https://despegue.uno/
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