Slow life: 10 tips para ponerlos en práctica
El «slow life» o “Slow Living” es un movimiento cultural internacional que promueve un estilo de vida desacelerado y enfocado en el momento presente. En este artículo veremos en qué consiste el movimiento Slow Life y te daré 10 tips para ponerlos en práctica.
En la actualidad, especialmente en la cultura occidental, es común que llevemos un ritmo de vida acelerado y automático, con un exceso de obligaciones y una constante inmediatez. Frente a esta realidad, surgen movimientos como el slow life, que promueven un estilo de vida más lento y relajado.
Esta filosofía sostiene que la clave para la felicidad y el bienestar radica en priorizar hábitos que fomenten un equilibrio entre cuerpo y mente, así como el desarrollo integral de la persona. Ejemplos incluyen pasar más tiempo con seres queridos, realizar ejercicio físico y mental, disfrutar de viajes relajantes y dedicar tiempo al descanso.
Profundicemos en este concepto.
Índice
- 1 ¿Qué es el slow life?
- 2 ¿Cómo surgió este movimiento?
- 3 10 tips para poner en práctica el Slow living
- 3.1 1. Ser consciente del momento presente
- 3.2 2. Disfrutar de la naturaleza
- 3.3 3. Disfrutar de lo cotidiano
- 3.4 4. Minimalismo y simpleza
- 3.5 5. Usar la tecnología para facilitarnos la vida
- 3.6 6. Equilibrar estrés con relajación
- 3.7 7. Liberar la agenda
- 3.8 8. Pequeñas cosas:
- 3.9 9. Trabajar para vivir y no vivir para trabajar
- 3.10 10. Prioriza lo que realmente importa
- 4 Slow parenting Crianza Lenta
- 5 Slow life: ¿una forma de ser más feliz?
¿Qué es el slow life?
El slow life en español se traduce como “vida lenta” y se refiere a una corriente o movimiento cultural internacional que promueve un estilo de vida desacelerado. Se priorizan aspectos fundamentales cotidianos, como el descanso, la comunicación, la alimentación, el aquí y el ahora y las relaciones personales.
Ahora bien, el movimiento slow no significa ser vago o trabajar poco. Sino que implica tomarse la vida de otra manera, dejando de lado la prisa que domina nuestro día a día y disfrutando da cada acción, de cada momento y de cada persona.
¿Cómo surgió este movimiento?
Si bien parece que el término Slow living es una moda de nuestros tiempos, hace varias décadas que se viene divulgando y poniendo en práctica entre las personas.
La tendencia “slow” o “lento” se originó en el país de la pasta y la pizza a finales de la década de los 80. Fue acuñado por el movimiento Slow Food, que surgió en una ciudad de Italia como reacción al crecimiento de la cultura norteamericana del fast food y a la falta de aprecio por la comida local y tradicional.
Cuando quisieron instalar una cadena de comida rápida en la plaza de la ciudad, los ciudadanos no sólo estaban molestos con la pérdida de la identidad del casco antiguo, sino también por la pérdida de sus tradiciones.
Preparar la comida con productos regionales especialmente seleccionados, a cocción lenta, sorprender al comensal con la presentación y los sabores, beber un buen vino y tener una larga sobremesa conversando con quienes te acompañan era como debía ser.
Desde su fundación, el movimiento slow food ha ganado cada vez más seguidores y hoy cuenta con miles de adeptos en todo el mundo. Además, poco después de su creación, el concepto slow se extendió a otros campos, como el trabajo, el turismo, la educación, el sexo y la moda.
En el artículo Movimiento Slow, la vida a nuestro ritmo te cuento todos los ámbitos en donde se ha aplicado esta filosofía de vida.
10 tips para poner en práctica el Slow living
El slow life es una excelente forma de disfrutar más de la vida y alejarnos del estrés. Pero aplicarlo puede ser todo un reto, pues estamos muy acostumbrados a los ritmos acelerados y a la sobrecarga de obligaciones.
Toda una vida de condicionamiento cultural nos ha inculcado que más es mejor, y nos llevó a creer que un calendario completo equivale a una vida plena. El tiempo se ha convertido en una obsesión, poniendo prisas incluso a las tareas más sencillas, dedicando esfuerzos continuos por hacer varias cosas a la vez y quitarle importancia al descanso. Hemos llegado a creer que decir automáticamente “sí” gana más amigos que admitir que a veces lo que realmente necesitamos es tiempo y espacio; que nuestro cuerpo y alma necesitan decir “no”.
SLOW LIFE es detenerse para avanzar, que es lo contrario a correr sin llegar.
1. Ser consciente del momento presente
Como ya dijimos, el slow life no es sinónimo de falta de actividad, por lo que no debe entenderse como ociosidad o pereza. De hecho, este movimiento no se refiere a hacer lo mismo, pero más lento.
Se relaciona más con la toma de consciencia del ahora, concentrando nuestra mente en lo que hacemos en cada momento, sin la injerencia de pensamientos sobre el pasado o el futuro.
Una de las técnicas más efectivas para aprender a enfocarnos en el momento presente es el mindfulness. Si añades esta práctica a tu rutina diaria, empezarás a notar cambios en tu forma de percibir y valorar cada momento.
2. Disfrutar de la naturaleza
Viajar me acercó a la naturaleza de una manera que nunca podría haber imaginado. Me enseñó a encontrar belleza en las cosas más simples, a comprender nuestro papel en su preservación y hasta se ha convertido en el mejor remedio cada vez que necesito ordenar mis pensamientos y recuperar la serenidad. La naturaleza se ha vuelto un hábito en mi vida y un factor clave en la crianza de mis hijos.
Entrar en contacto con la naturaleza nos brinda la oportunidad de reducir el ritmo frenético de la vida cotidiana y admirar su grandiosidad. Numerosos estudios respaldan el hecho de que los entornos naturales promueven nuestro bienestar integral.
Sin embargo, no es necesario abandonar la vida urbana y trasladarse al campo para disfrutar de la naturaleza. Podemos conectarnos con ella simplemente caminando por los espacios verdes de nuestra ciudad o ejercitándonos en entornos naturales cercanos. Estas actividades nos permiten desconectar del estrés diario y encontrar un momento de calma y reflexión, renovando nuestra energía y mejorando nuestra calidad de vida.
No olvides disfrutar de los ruidos blancos de la naturaleza.
3. Disfrutar de lo cotidiano
Si últimamente te sientes como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, y solo piensas que “llegas tarde a todo” es posible que este sea el toque de atención que necesitas. Procura pensar en esas pequeñas cosas del día a día que te traen felicidad y prestarles atención aunque sea por unos minutos. Esto no tiene por qué influir en tu rutina diaria, pero en lugar de activar el modo automático, intenta centrar tus pensamientos en disfrutar el momento.
4. Minimalismo y simpleza
Tras suficiente tiempo en la ruta, como viajera me he dado cuenta de que el lujo no es una cena gourmet, sino simplemente una comida caliente y preparada con amor; de que una ducha caliente es mucho más necesaria que cualquier ropa de marca, y de que esas piscinas que tan bien se ven en Instagram, poco se comparan con una playa para mi sola.
El consumismo nos hace creer que necesitamos determinados productos para poder ser felices. Cuando en realidad requerimos de pocas cosas materiales para alcanzar ese estado. Así que, para desarrollar una vida slow o Slow Life, debemos conocernos, analizar nuestra vida y pensar en qué es lo que realmente necesitamos para ser felices.
Prescindir de lo innecesario en un mundo cada vez más consumista y fomentar la capacidad de relegar ciertas cosas materiales es una habilidad importante tanto para nosotros los padres como para nuestros hijos, futuros adultos. Aprender a priorizar y apegarse a las cosas que son realmente importantes, nos ayuda a desarrollar una mentalidad más sencilla, sostenible y consciente.
5. Usar la tecnología para facilitarnos la vida
En 2011, viajé durante un año alrededor de Nueva Zelanda. En los primeros 3 meses (hasta que me compré una notebook), lo hice sin GPS, sin teléfono inteligente, sin computadora portátil y, de hecho, sin nada que pudiera conectarse a WiFi. Personalmente, no me pareció nada muy destacable. Hoy me parece imposible.
Es innegable que la tecnología ha tenido un profundo impacto en nuestro día a día. En los últimos 30 años han ocurrido cambios tan significativos que transformaron la forma en que planificamos, experimentamos, educamos y documentamos la vida misma.
El movimiento slow life no está en contra de la tecnología. Al contrario, promueve su uso, siempre y cuando nos ayude a llevar una vida más plena, feliz y sostenible. Lo ideal es que recurramos a ellas como medio o herramienta, en lugar de un fin en sí misma.
Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden jugando
Jean Piaget
Los juegos digitales bien diseñados pueden proporcionar experiencias interactivas y educativas que estimulen el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad y otras habilidades cognitivas. Sin embargo, debería ser una herramienta complementaria y no reemplazar otras vivencias del mundo real.
6. Equilibrar estrés con relajación
Desvincularse de las obligaciones puede es imposible. Sin embargo, podemos contrarrestar los períodos de trabajo intenso y el exceso de responsabilidades reservando tiempo para actividades que fomenten la relajación y el bienestar.
Por ejemplo, salir a correr, practicar yoga, sumergirse en la lectura, explorar la creatividad o simplemente dar un paseo. Lo crucial es buscar pasatiempos que nos inviten conectarnos con nosotros mismos y a reflexionar. Estas actividades no solo nos ayudan a recargar energías, sino que también promueven un equilibrio mental y emocional indispensable para enfrentar los desafíos cotidianos con mayor claridad y serenidad.
7. Liberar la agenda
Viajando aprendí que dejar lugar a la flexibilidad y liberar un poco mi agenda me permite conectar con el mundo y conmigo misma de una manera más profunda, dando espacio para la sorpresa y la maravilla que solo puede surgir cuando estamos abiertos a lo desconocido o inesperado.
Con mis hijos me enfrenté a desafíos similares. Temía que, si no los estimulaba constantemente se aburrieran, olvidando que el aburrimiento también es parte del crecimiento y desarrollo. Llegué a creer en que una excelente preparación académica les aseguraría un futuro profesional exitoso así que comencé a planificar una agenda sobrecargada con todo tipo de actividades para garantizarles una formación lo más completa posible.
Con el tiempo entendí que exigir a los niños más de lo que son capaces de dar y proyectar en ellos mis propias expectativas, provoca infelicidad, estrés y ansiedad y no nos permite disfrutar de la vida y el tiempo juntos.
Desde que adopté un estilo de vida lento, (Slow life) entendí que el bienestar emocional y el disfrute de la vida son tan importantes como las metas académicas o profesionales.
8. Pequeñas cosas:
Es fácil caer en la desidia y olvidarnos de sonreír, de dedicarnos palabras bonitas, de darnos un beso de buenas noches o simplemente de escucharnos con atención. Dedicar tiempo a esas pequeñas cosas nos ayuda a disfrutar del momento, apreciar lo que tenemos y entender lo que verdaderamente importa.
9. Trabajar para vivir y no vivir para trabajar
Una vida más lenta no implica la vagancia, para nada. El trabajo es importante porque nos sirve para realizarnos, nos permite vivir con bienestar y nos facilita conseguir nuestros proyectos vitales.
Pero que el trabajo no nos quite la salud. Es complicado, ya que vivimos en una crisis global y necesitamos el dinero, pero siempre que podamos debemos descansar del trabajo.
10. Prioriza lo que realmente importa
Este es mi tip favorito sobre la vida lenta. Eliminar lo que no es esencial para dar espacio a lo que importa en la vida.
Puede que seas de las que piensan que no tienes tiempo ¡ni siquiera para un respiro y relajarte! Y si piensas esto tal vez tus prioridades no esté alineada con tus valores.
Por ejemplo, tal vez para ti es prioritaria la familia. Pero hace mucho tiempo que no pasas tiempo de calidad con ella para dedicar tiempo a otra cosa, como el trabajo. O tal vez tu prioridad en la vida es estar tranquila pero antepones momentos que te causan estrés y de saturación de tareas antes que tener tiempo para tu tranquilidad y hacer lo que te gusta.
Slow Life nos enfoca en priorizar nuestro tiempo en lo que de verdad nos importa a cada uno, dejando otros temas como secundarios y haciéndonos sentir en equilibrio y que estamos viviendo significativamente.
Slow parenting Crianza Lenta
Ante la demanda generalizada de “perfección” en las sociedades occidentales, buscamos constantemente tener “la casa perfecta”, “el empleo perfecto”, “el coche perfecto”, “el cuerpo perfecto”, y no pueden faltar “los niños perfectos”. Esto además responde a las nuevas necesidades generadas por la globalización, en donde competir es la forma de responder ante las crisis y la incertidumbre laboral y donde la velocidad es sinónimo de éxito.
Si bien no hay una escuela teórica, la modalidad de crianza Slow parenting está formada por conceptos y nociones del ámbito pediátrico, cultural, social y educativo.
Que sea lento no significa pasivo, todo lo contrario, es enfocarse en bajar la velocidad del ritmo de vida, es detenerse a observar, a valorar el aquí y el ahora como momento único. Es una filosofía de vida que enfatiza la importancia del juego, del acceso a la naturaleza e intenta que la tecnología esté al servicio del aprendizaje y de lo lúdico.
He dedicado un capítulo completo al Slow parenting en mi libro EL MUNDO COMO ESCUELA en donde profundizo en este concepto como un hábito de crianza.
Slow life: ¿una forma de ser más feliz?
Quienes practican este estilo de vida afirman que sí, que el slow life los ha ayudado a ser más felices. Pues requiere ponerle un freno a la vida, reajustar y seguir avanzando con las ideas y los objetivos mucho más claros.
Por tanto, si quieres sentirte más pleno, aplicar el movimiento slow sería un buen punto de partida. ¿Te animas?
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